Comentario
La decisión del año 27 a.C., en virtud de la cual se dividían las provincias entre senatoriales e imperiales tuvo en años posteriores mayor trascendencia de la que pudo preverse inicialmente. Cada nueva anexión territorial incrementaba el número de provincias imperiales. Bajo Claudio, pasaron a ser nuevas provincias imperiales: Tracia, Licia, Judea, los Alpes Grayos, las dos Mauritantas y Britania.
La conversión en provincia de cada uno de esos territorios tiene su historia particular. Mientras que Tracia y Licia habían sido Estados clientes de Roma, Mauritania acababa de ser anexionada por Calígula cuando éste decidió el asesinato de Ptolomeo, hijo de Juba II. La muerte de Ptolomeo fue seguida de revueltas locales contra los romanos que se prolongaron durante dos años. Finalmente, el antiguo reino de Mauritania fue dividido en dos provincias: la occidental o Tingitania con su capital en Tingis (Tánger) y la oriental o Caesariensis con su capital en Caesarea (Cherchell). Al frente de esas nuevas provincias, Claudio situó como gobernadores a procuratotes de rango ecuestre. Y para consolidar la presencia romana, cada nueva provincia recibió contingentes de ciudadanos romanos, que fueron asentados en colonias o municipios.
La conquista de Britania fue un proyecto inacabado de César y retomado frívolamente por Calígula. Claudio, en cambio, preparó sistemáticamente la expedición (traslado de legiones, creación de una armada, aprovisionamiento de víveres...). Cuando se comprueba que la vía atlántica desde el Mediterráneo al Rin comienza a ser utilizada de modo intenso para transportar productos alimenticios de Africa y de Hispania destinados a las legiones asentadas en la frontera renana, se comprenden mejor las razones que movieron a la conquista de la isla que, por otra parte, disponía de buenas tierras y de ricas minas de plata, metal muy necesario para las acuñaciones monetarias de la época. La justificación de la campaña en los autores antiguos se presenta como necesaria para proteger los dominios romanos de la Galia noroccidental, sometida a incursiones dirigidas desde Britania por el rey Caracato; éste tenía a Camulodunum, Colchester, como capital de su reino.
Las tropas romanas sometieron sistemáticamente a todas las tribus del sur de la isla para avanzar después hacia Camulodunum. El año 44 d.C. se dio fin a la conquista después de dejar guarnecida la frontera con un entramado de puestos defensivos y de pequeños Estados clientes. Camulodunum, Londinium (Londres) y otras ciudades recibieron contingentes de población romana y el nuevo territorio convertido en provincia quedó bajo las órdenes de un legado imperial de rango senatorial. Hasta época de Adriano, Roma no consideró necesario ampliar sus dominios hacia el norte de la isla.
Si la obra de Claudio contribuyó a mejorar las diversas esferas de la administración, el emperador tuvo menos fortuna con sus mujeres. Su tercera esposa, Mesalina, después de una vida licenciosa, tuvo que ser condenada a muerte por el propio Claudio tras un proceso en el que afloraron indicios de lo que se creyó era una conjura contra el emperador. Pero no tuvo mejor fortuna con su cuarta esposa, Agripina, su sobrina y hermana del emperador Calígula. Ya el Senado romano tuvo que emitir una ley para permitir el matrimonio entre primos. Agripina, viuda de Cn. Domicio Ahenobarbo, aportaba un hijo de éste al matrimonio con Claudio; dos años después de su boda, el 50 d.C., consiguió que Claudio adoptara a su hijo, el futuro emperador Nerón. Y pasados unos años de continuas intrigas cortesanas, el 54 d.C., Claudio moría al parecer envenenado por Agripina, quien conseguía así la sucesión del gobierno del Imperio para su hijo. Con la muerte de Claudio, entraba en crisis el enorme poder de los libertos imperiales.